El día de hoy venimos a celebrar
nuevas noticias. La buena noticia es que se han formado nuevos especialistas en
el Hospital Regional de Río Blanco; los especialistas
del siglo XXI. Un siglo XXI en que
el especialista, el médico en general ya no es el
que conocimos en décadas anteriores. El médico ha cambiado porque la Medicina ha cambiado. Y,
con ella, ha cambiado la relación médico-paciente.
Históricamente, la relación médico-paciente estaba
fundamentada en el paternalismo benevolente. Cuando vimos a Arturo de Córdoba
como médico de pueblo, cuando leímos La Ciudadela, conocimos a ese médico todopoderoso… el
padre de sus pacientes. De hecho, la tradición
hipocrática enmarca las
obligaciones del médico únicamente en la promoción y búsqueda
del bienestar del paciente, sin considerar sus derechos. Sin embargo, en las últimas décadas,
tal vez a partir de los 60´s, el mundo cambió. Se
dio un empoderamiento progresivo de los individuos en contra de las símbolos tradicionales de autoridad, de las
instituciones, de los gobiernos. Han proliferado los movimientos basados en los
derechos, con demandas de los
derechos de las minorías, de las mujeres, de los
consumidores, entre otros. También
se modificó la relación médico-paciente trasladando la
autoridad sobre las decisiones clínicas
del médico al paciente. Las
fuentes de información al alcance de los
pacientes a través de la televisión,
de Internet, de las redes sociales han creado en los pacientes la sensación de que ellos pueden manejar sus asuntos médicos, siendo los médicos únicamente sus consultantes. Sabemos que la realidad es más compleja. La avalancha de información al alcance de los pacientes puede ser tan peligrosa como útil, por lo que es necesario que se alcance un sano equilibrio a través de mecanismos de decisión compartida, en los cuales el médico posea la experiencia y autoridad sobre la ciencia médica, mientras que los pacientes expresen sus valores o preferencias. Es decir, aunque los médicos pueden ser los expertos sobre los aspectos médicos de un paciente, este conocimiento ya no es suficiente para determinar por completo un tratamiento. Las decisiones clínicas, actualmente deben tomar en cuenta los valores, los deseos, las preferencias de los pacientes. En ocasiones, esta situación puede dar lugar a conflictos éticos, pues a pesar de que existe un consenso sobre el derecho que tiene un paciente para rechazar un tratamiento no deseado, igualmente es inaceptable que un paciente tenga el “derecho” de demandar tratamientos que el médico considere como inapropiados. Y, esto sucede actualmente, cuando los ginecólogos aceptan realizar cesáreas por “voluntad” de la mujer, por ejemplo. O la exigencia de un familar de resucitar un paciente con menos de 1% de posiblidad de éxito, con el consecuente desperdicio de recursos. El médico del siglo XXI también tiene la obligación de cuidar que los recursos para la salud se usen de manera eficiente y justa.
Ante este panorama, ustedes, los nuevos
especialistas, deben estar conscientes de estos peligros, y decidir que clase
de médicos van a ser. Pueden
optar por ser médicos que no se entregan a
su trabajo ni tampoco asumen un compromiso, optando por el camino de dar tan sólo lo que considera que corresponde a su magro
salario y a las condiciones en que se desempeña.
Seguramente, todos conocemos esos médicos
que ya han sido devorados por los usos y costumbres que él mismo ha creado en su institución, olvidando su propio ser y
sus talentos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario