El camino que
sigue un estudiante de Medicina hasta formarse como médico inicialmente, y
posteriormente como especialista es largo. Toma muchos años el adquirir los
conocimientos y las habilidades necesarias para llegar a ser médico
especialista. Se tiene que estudiar mucho, leer todos los días, trabajar mucho,
dormir poco. Se requiere construir una estructura sólida que se va
desarrollando en la escuela de medicina y durante el entrenamiento de posgrado.
Hoy, una
generación llega al fin de este largo y sinuoso camino y comienza otro, con
diferentes responsabilidades, con muchas expectativas, y nuevos aprendizajes. Ahora
que termina su entrenamiento una nueva generación de residentes, es un buen
momento para preguntarnos si estamos logrando inculcar a nuestros internos y
residentes las conductas profesionales que se necesitan para ejercer la
Medicina.
La residencia
médica no está conformada únicamente por planes de estudio, programas
operativos, sesiones clínicas, sesiones bibliográficas, clases. La enseñanza de la Medicina no se trata solamente
de transmitir conocimientos. El
estudiante de Medicina, el interno de pregrado, el médico residente debe
aprender a lo largo de los años lo que significa ser médico. Aprende un
lenguaje diferente, pero también debe aprender una conducta que nos diferencia
de otros profesionales. Y esto es fundamental. Es la base de todo el
aprendizaje. Las normas de conducta, las reglas que rigen la acción del médico.
Muchas son reglas no escritas y el
estudiante, el residente, las descubre en el trabajo cotidiano y, en ocasiones las descubre al cometer errores.
El aprendizaje comienza cuando se entiende la responsabilidad que implica usar
una bata blanca y las expectativas que ello genera en los pacientes. Se aprende
que lo primero es no dañar, que no se abandona a los pacientes, que nuestra
primera obligación es con los pacientes, que los horarios no existen, que se
debe hablar con la verdad a los pacientes, que la información que obtiene es
confidencial, que se debe respetar la autonomía del paciente. Que trabajamos
con seres humanos, seres humanos necesitados y que merecen todo nuestro
respeto. Como lo merecen nuestros compañeros, nuestras enfermeras, todos los
trabajadores y nuestros superiores. Pocas veces se tocan temas de bioética en
las aulas pero la conducta del médico se aprende en el día a día.
Esto que todos aprendemos, rara vez se imparte
en las aulas o en las sesiones. Este es el aprendizaje informal que se obtiene
a través de la experiencia diaria. El aprendizaje informal es tan importante
como el formal. Se aprende en el pase de
visita, en las guardias a las 3 de la mañana, se aprende de los médicos adscritos y de los residentes
de mayor jerarquía. Es un currículum oculto que lo aprendimos de modelos, de
ejemplos que existen en todos los hospitales. Todos, como estudiantes, como
internos, como residentes y aún como adscritos, encontramos médicos que nos sirvieron de ejemplo, de modelo a seguir; médicos que nos enseñaron, sin discursos ni sermones,
el profesionalismo y la ética que implican ser médico. Nos lo enseñaron con su
conducta, con su actitud, con su trabajo diario. Sin estos modelos, el
aprendizaje en la Medicina queda trunco.
El aprendizaje y la enseñanza se complementan
con la reflexión durante la acción. El aprendizaje es insuficiente si sólo
observamos al médico adscrito, al profesor, pasar visita y prescribir el
tratamiento correcto; si sólo observamos la gran habilidad del cirujano al
operar. No es suficiente si no se acompaña de la discusión con los residentes, sin
el análisis, sin el cuestionamiento y sin el planteamiento de interrogantes
ante la enfermedad. La falta de discusión son oportunidades pérdidas de
aprendizaje.
Finalmente, el estudio, los mejores
ejemplos a seguir y la reflexión no garantizan el desarrollo profesional de los
residentes sin la evaluación. Los médicos adscritos, los profesores deben
evaluar a sus residentes para determinar si realmente aprendieron y para motivarlos a que aprendan lo que es
importante. Del mismo modo, los residentes deben evaluar a sus profesores. La evaluación
de los conocimientos, de las habilidades
y de la conducta es una arma poderosa que retroalimenta al residente para
favorecer su superación constante. La evaluación es el último eslabón de la
cadena que nos permite formar
especialistas técnicamente competentes.
Yo confío, que el Hospital Regional de Río
Blanco les haya brindado un ambiente favorable para la obtención de
conocimientos y habilidades; que les haya proporcionado ejemplos y modelos a
seguir que les permitan tener una conducta profesional ética ya que ser especialista no es solamente un
compromiso profesional, sino también un compromiso moral; que las experiencias
de aprendizaje a las que se enfrentaron cotidianamente en las salas, en los
quirófanos, en las aulas y en los pasillos del hospital les hayan proporcionado
los conocimientos y habilidades necesarios para ser especialistas altamente
competentes; que la reflexión diaria en compañía de sus profesores y compañeros
haya desarrollado en ustedes el espíritu crítico y la curiosidad científica que
los lleve por el camino de la superación profesional día a día. Y que los
hayamos evaluado con justicia para que puedan estar orgullosos de ser
especialistas egresados del Hospital Regional de Río Blanco y sean, finalmente,
útiles a la sociedad.
Muchas felicidades.