viernes, 28 de febrero de 2014

Palabras a Egresados de Residencias Médicas del HRRB

El día de hoy venimos a celebrar nuevas noticias. La buena noticia es que se han formado nuevos especialistas en el Hospital Regional de Río Blanco; los especialistas del siglo XXI. Un siglo XXI en  que el especialista, el médico en general ya no es el que conocimos en décadas anteriores. El médico ha cambiado porque la Medicina ha cambiado. Y, con ella, ha cambiado la relación médico-paciente.
Históricamente, la relación médico-paciente estaba fundamentada en el paternalismo benevolente.  Cuando vimos a Arturo de Córdoba como médico de pueblo, cuando leímos La Ciudadela, conocimos a ese médico todopoderoso el padre de sus pacientes. De hecho, la tradición hipocrática enmarca las obligaciones del médico únicamente en la promoción y búsqueda del bienestar del paciente, sin considerar sus derechos. Sin embargo, en las últimas décadas, tal vez a partir de los 60´s, el mundo cambió. Se  dio un empoderamiento progresivo de los individuos en contra de las símbolos tradicionales de autoridad, de las instituciones, de los gobiernos. Han proliferado los movimientos basados en los derechos,  con demandas de los derechos de las minorías, de las mujeres, de los consumidores, entre otros. También se modificó la relación médico-paciente trasladando la autoridad sobre las decisiones clínicas del médico al paciente. Las fuentes de información al alcance de los pacientes a través de la televisión,


de Internet, de las redes sociales han creado en los pacientes la sensación de que ellos pueden manejar sus asuntos médicos, siendo los médicos únicamente sus consultantes. Sabemos que la realidad es más compleja. La avalancha de información al alcance de los pacientes puede ser tan peligrosa como útil, por lo que es necesario que se alcance un sano equilibrio a través de mecanismos de decisión compartida, en los cuales el médico posea la experiencia y autoridad sobre la ciencia médica, mientras que los pacientes expresen sus valores o preferencias. Es decir, aunque los médicos pueden ser los expertos sobre los aspectos médicos de un paciente, este conocimiento  ya no es suficiente para determinar por completo un tratamiento. Las decisiones clínicas, actualmente deben tomar en cuenta los valores, los deseos, las preferencias de los pacientes. En ocasiones, esta situación puede dar lugar a conflictos éticos, pues a pesar de que existe un consenso sobre el derecho que tiene un paciente para rechazar un tratamiento no deseado, igualmente es inaceptable que un paciente tenga el derecho de demandar tratamientos que el médico considere como inapropiados. Y, esto sucede actualmente, cuando los ginecólogos aceptan realizar cesáreas por voluntad de la mujer, por ejemplo. O la exigencia de un familar de resucitar un paciente con menos de 1% de posiblidad de éxito, con el consecuente desperdicio de recursos. El médico del siglo XXI también tiene la obligación de cuidar que los recursos para la salud se usen de manera eficiente y justa.
 No sólo ha cambiado la relación médico paciente. Han cambiado en general las condiciones del médico. Anteriormente, el médico  estaba rodeado de personal que lo admiraba, pacientes leales, colegas respetuosos y, sobre todo, el médico tenía autonomía total en su trabajo, seguridad laboral e ingresos elevados. Esta situación fue cambiando. El médico se fue proletarizando, lo absorbió la burocracia, perdió autonomía. Así, se generan peligros y amenazas para el médico, para el especialistas. De hecho, nos estamos enfrentando ya con el  médico insatisfecho, que trabaja en varias instituciones. El médico agotado. El médico, en muchas ocasiones, es un médico exhausto, burn out. El médico del siglo XXI corre el peligro de caer en un agotamiento y una infelicidad por la disparidad entre sus expectativas y la realidad. Discrepancia entre lo que los pacientes exigen del médico y lo que el médico en realidad puede ofrecer. La discrepancia entre los estándares que aprende el médico durante su formación y la medicina que puede ejercer en un medio escaso de recursos. La discrepancia entre las grandes promesas de la ciencia médica y los pobres resultados que un médico, de forma individual, en medio de la pobreza de recursos y de trabas burocráticas, puede obtener.  Estas disparidades, estas discrepancias pueden dar lugar a médicos perezosos, que se transforman en  técnicos que a cambio de un salario se limitan a cumplir Recetas de cocina  y rutinas.  
Ante este panorama, ustedes, los nuevos especialistas, deben estar conscientes de estos peligros, y decidir que clase de médicos van a ser. Pueden optar por ser médicos que no se entregan a su trabajo ni tampo­co asumen un compromiso, optando por el camino de dar tan sólo lo que considera que corresponde a su magro salario y a las condiciones en que se de­sempeña.  Seguramente, todos conocemos esos médicos que ya han sido devorados por los usos y costumbres que él mismo ha creado en su  institución, olvidando su propio ser y sus talentos.
 Lo que deseamos, esperamos de ustedes, médicos que en algún momento soñaron ́ con ser  especialistas, se decidan a desarrollar su trabajo como una forma de realización perso­nal que les proporcione placer. Que al relacionarse con sus pacientes y al interactuar con su entorno ejerzan sus potencialidades creativas. Que su relación con su práctica médica y, en su caso, con su institución sea parte central de su proyecto de vida, en la que cada jornada sea una jornada de aportación y de enriquecimiento personal con una influencia benéfica en sus pacientes, en sus colegas, en sus alumnos. En suma, esperamos que venzan las amenazas que ponen en peligro la práctica médica, con su capacidad  de concentrarse en su trabajo; que tomen conciencia de su talento, de su posibilidad de perfeccionarse, mientras cumplen y rehacen constantemente su proyecto personal, cuya realización enriquecerá  a todos los que se encuentran bajo su influencia.




jueves, 20 de febrero de 2014

Clasificación de las Crisis Convulsivas Neonatales.

Las crisis convulsivas neonatales tienen una incidencia de 1 a 3 por 1000 nacidos a término y son varias las condiciones tanto sintéticas como neurológicas capaces de desencadenarlas. La causa más frecuente de crisis convulsivas en el periodo neonata es la asfixia perinatal. Aún así, es muy importante determinar cuál es la causa de las crisis convulsivas neonatales para instituir la terapia adecuada para minimizar el desarrollo de secuelas.

Las conexiones sinápticas de los neonatos son inmaduras con pobre mielinización de los sistemas eferentes que propagan las convulsiones, por lo que rara vez presentan cirrosis convulsivas tónico-clónicas generalizadas bien organizadas. Muchas veces las convulsiones neonatales se manifiestan como movimientos orales, bucales o linguales (chupeteo),  como fenómenos oculomotores o como apneas. Las apneas secundarias a convulsiones suelen acompañarse de otros fenómenos sutiles. La bradicardia no es un característica de la apnea por crisis convulsivas.

Las convulsiones neonatales se clasifican en 4 categorías: sutiles, clónicas, tónicas o mioclónicas.

Las  crisis sutiles son más frecuentes en prematuros y se manifiestan más frecuentemente como  fenómenos oculares cho desviación tónica horizontal de los ojos o fijación de la mirada, movimientos bucales o linguales como chupeteo, o movimientos de remo, “ciclismo” o de “marcha” de las extremidades inferiores.

Las convulsiones tónicas tienen a ser contracciones  rítmicas, focales y lentas de cara, extremidades de manera unilateral o cuello. El niño no pierde la conciencia en este tipo de crisis.

Las convulsiones tónicas pueden ser focales o generalizadas. Las convulsiones tónicas focales se manifiestan por extensión  de una extremidad o hiperextensiòn asimétrica de tronco o cuello. Las convulsiones tónicas pueden ser generalizadas, en las que el neonato presenta extensión tónica de las 4 extremidades.

Las crisis convulsivas mioclónicas afectan los grupos musculares flexores. Éstas crisis pueden ser focales, multifocales o generalizadas y las contracciones son más rápidas que las convulsiones clónicas.


Avery´s Diseases of the newborn. 9th edition. Elsevier. 2012.